La verdad es que esta historia es una de las más tristes que he vivido en las prácticas; tiene como protagonista a un bebé de sólo 6 meses, que pese a su corta vida, se ha convertido para mí en una de las personas más valientes que he conocido hasta ahora. Como toda historia que he contado y contaré en este blog, me enseñó algo y me gustaría compartirlo con vosotros.
Tocaban las prácticas de pediatría, era la primera vez que tenía esa asignatura en la carrera y si ya me gustaba lo teórico, imaginaos lo práctico, estaba deseando que llegaran. Me encantan los niños y, por qué no decirlo, a veces creo que tengo un imán con ellos, consigo llevarme bien con todos, asique como podéis elucubrar, ser pediatra es una de las cosas que me ronda por la cabeza cuando pienso en el mundo de las especialidades. Por suerte o por desgracia (ya entenderéis esta expresión cuando leáis esta historia) me tocó en el reparto de grupos ir a UCI pediátrica. Para los que no lo sepáis, es el servicio de pediatría al cual van los bebés más graves, sobre todo los prematuros donde reciben todo tipo de cuidados y en todo momento hay una enfermera y los respectivos médicos vigilándolos y controlando las constantes para que todo vaya bien en la recuperación de los pequeños.
Llegamos al servicio, conocimos al doctor que nos cuidaría en las prácticas de pediatría (un grandísimo y dedicado profesional) y comenzamos a ver niños. Como he mencionado antes, la gran mayoría eran prematuros, que habían nacido con muy pocas semanas de gestación y la verdad, no os podéis hacer una idea de los pequeños que son hasta que no los ves, para que entendáis, con nuestra mano podríamos cubrir todo su tronco y cabeza, visualizad! Seguro que se os ha quedado la misma cara que a mí la primera vez que los vi.
El protagonista de esta historia, tenía ya 6 meses, crecido, mucho más formado que el resto de sus compañeros de habitación pero aún más grave. Era precioso (bueno, todos los bebés lo son, o eso dicen), pero, nada más observarlo, sabías que algo en él no iba bien y cuando leías su historia clínica pronto caías en la cuenta, que este niño era todo un superviviente. Dicho documento, tenía una considerable extensión, llevaba desde que nació, es decir, seis meses, ingresado en UCI, imaginaos cómo sería la historia de larga.
Este bebe era plurópata, a parte de haber sido prematuro (con el riesgo que eso ya supone), tenía afectados el hígado, riñones, pulmones y con un retraso mental que se plasmaba en su aspecto exterior. Tenía más afecciones, pero sólo recuerdo esas, disculpad, aunque con esto ya os hacéis una idea de la gravedad del caso. Era la alegría del servicio, todas las enfermeras, médicos y demás personal lo conocía, jugaba con él, lo cogía y como no, mi compañera y yo no íbamos a ser una excepción! Cada mañana de las 10 que estuvimos de prácticas, y siempre que nos dejaba “nuestro jefe” íbamos a ver ese niño coraje y juguetear con él. Si os soy sincero y perdonad mi dureza, pensaba cada vez que lo veía si en verdad, valdría la pena tanto sufrimiento para ese pequeño; y como mi inquietud pudo a mi vergüenza, pregunté al médico si cabría la posibilidad de que el día de mañana tuviera un aceptable grado de autonomía en su vida, a lo que él contestó apenado, que muy probablemente no. Este es un ejemplo de que la medicina, como bien dicen algunos profesores, es tremendamente incompleta.
Hasta ahora, algunos pensareis, bueno, sí, otro niño grave de los muchos que nacen, ¿y qué?. Y si os digo, que los padres de este niño apenas querían saber nada de él...¿qué me decís? Es triste pero cierto. Se habían cansado de esa situación, ya no creían en que su pequeño saliera adelante (según pensaba el médico) y de ahí el trato que le proporcionaban. Según nos contaba nuestro doctor, ocurría muy a menudo en ese servicio, eso de ver como los padres, poco a poco, y viendo que el niño no sale de la incubadora y no evoluciona, dejan de venir a visitarle y se despreocupan. Pensad, que una madre cuando da a luz, sólo piensa en llevarse a su hijo a casa, cuidarlo, mimarlo, bañarlo, vestirlo con sus ropitas, sacarlo de paseo, enseñarlo a la familia y amigos, en definitiva, disfrutar de lo más grande que existe. Ahora, de nuevo, pensad, que un niño en estas condiciones no sale de la incubadora -en algunas casos- en meses, y eso, según nos contaba el pediatra, “funde” a los padres. Incluso nos contaba que muchos matrimonios se rompían después de tener un hijo así, triste, pero cierto. Aunque también soy de los que piensa, que si decides tener un hijo, lo decides con todas las consecuencias que puede acarrear y que si tienes la mala suerte de que te ocurran cosas como a esta familia, tienes que ser valiente y no dejar a tu hijo de lado, perdonad, es lo que pienso ahora, con 23 años y estudiando la carrera; dentro de unos cuantos más y en otra situación no lo sé.
Por otra parte, y para que no os quedéis con semblante triste, existen otros muchos bebés que salen adelante y que hoy día andan por ahí correteando y viviendo sanos y fuertes. Nos contaba muy orgulloso nuestro profesor, que en ese servicio habían logrado sobrevivir niños con sólo 25 semanas de gestación y 500 gramos de peso, es todo un récord!
¿Lo que aprendí de estas prácticas? pues, palpar la impotencia que tienes que sentir al ver que un niño nace y no puedes hacer nada por él, el estar pendiente minuto a minuto para que en cualquier suspiro se te vaya y ante ello, que el médico haga borrón y cuenta nueva, para poner todas sus fuerzas en salvar al siguiente. ¿Qué más aprendí? Creo que, si habéis leído todo, sobran las palabras.
El bebé de la cabecera, sobrevivió, se llama Samuel y es la foto más maravillosa que he visto!!
Gracias por leernos!
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