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Foto del escritorDr.Desastre

Como un niño con bata blanca. Parte III.



Ya tenía ganas de seguir escribiendo sobre mis prácticas de pediatría. Os recuerdo que este post es la 3ª parte, si queréis seguir el hilo de esta pequeña historia consultad antes (la primera y segunda parte). Y es que soy de los que piensa que es muy fácil escribir sobre algo, si ese algo te encanta y te hace disfrutar. Pues bien, como ya sabéis, estoy en oncología pediátrica, pero en esta segunda semana (la anterior fue fiesta en Murcia) no sigo en planta, sino que roto por consultas oncológicas. Pensaba que iba a ser menos interesante, pero me equivocaba.


Antes de contaros qué tal el segundo día en consultas, me gustaría reseñar un caso de un niño con leucemia linfoblástica en tratamiento con quimioterapia que estaba en planta. Bien, os introduzco un poco el tema; cuando tú empiezas a tratar a un niño (o adulto) que tiene cáncer con “quimio” aparecen efectos secundarios, y uno de los más frecuentes, es la mucositis oral (inflamación, descamación y ulceración de la mucosa oral), muy dolorosa y molesta, que hace que el niño esté continuamente con dolores. Afortunadamente, hoy día hay tratamientos de soporte para este tipo de efectos, como son los analgésicos intravenosos, como por ejemplo, la morfina (que es lo que se suele poner en este caso). La palabra “morfina” a veces da miedo, indica gravedad y muchos padres al oír que se le va a administrar a su hijo, temen y algunos hasta discrepan y lo prohíben.

Tal el es caso del padre de este niño, que pese a las recomendaciones de mi médico (jefe de sección y excelente profesional) se oponía tozudamente y sin motivos convincentes a la administración de la morfina. Es tan simple como que, prefería ver a su hijo con dolores continuos por miedos infundados. ¿Desconfianza en el médico? ¿Desconfianza en el fármaco? Quizás una mezcla de todo, no lo sé, pero es duro ver como un niño de 10 años (que al mínimo dolor lo manifiestan, créanme) le preguntabas que si le dolía algo y te contestaba moviendo la cabeza a modo afirmativo; lo curioso es que después le preguntabas que si quería algo para quitarle el dolor, y decía que no. Juzgad vosotros mismos. Me gustaría que opinarais.


Bien, los dos primeros días de consultas me han servido, obviamente, para aprender más sobre la oncologia pediátrica, pero también para ver algunos casos que quería compartir.

El primero de ellos era una niñita con Síndrome de Down, tiene 4 meses y la estaba tratando oncología porque cuando nació presentaba una alteración transitoria en las células sanguíneas (eritroblastosis). Afortunadamente, la ha superado, no tiene leucemia ni otro tipo de cáncer y se encuentra en perfecto estado. La teníais que ver, era preciosa, la mamá la traía muy mona vestida, se la comía a besos y la verdad es que me impresionó; todos sabéis lo que significa un Down, los cuidados que vas a tener que dedicar a tu pequeño, los sacrificios, limitaciones etc...pero, estos casos me demuestran lo que siempre me han dicho mis padres, que un hijo está por encima de todo.


El segundo caso, podríamos llamarlo, de la esperanza. Sí, os cuento, era una niña de 9 años, guapísima, que desde que era pequeña empezó a presentar leucemia. Afortunadamente, su hermana era muy compatible con ella para realizar un trasplante de médula (el cual realizaron hace ya 2 años y medio) y fue todo un éxito (o lo es por ahora). La chica está perfectamente, hace una vida normal e incluso el domingo pasado hizo su comunión. Pregunté a la doctora si se podía decir ya que estaba casi curada y me contestó que las recaídas pueden llegar en un margen de 4-5 años, pero que iba por muy buen camino (así lo reflejaban sus análisis). Siempre hay un caso que te hace ver que vale la pena todo el esfuerzo, y uno, es este.


Las risillas de un niño cuando le tocas la barriga para explorarlo, el miedo a un simple fonendo, la mirada con mezcla de incertidumbre e inquietud...son algunas de las cosas que se repiten cada día en consultas. ¿Lo mejor de todo? Cuando al irse, se vuelven, te sonríen, vienen hacia ti, y te chocan la mano o te dan un beso. ¿Ñoñerías? No, si piensas eso, es porque no sabes de lo que hablo.


Hay algún que otro paciente más que me gustaría comentar, pero, será en la cuarta entrega. 


¿Nos seguís?

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