Cómo le miras...
Cómo intentas que tenga el más amable de tus esmeros, tu perfecta delicadeza o hasta el último de tus miramientos. Cómo procuras que le parezca sólo una perfecta pesadilla este funesto juego. Tú tan atenta del más diminuto de los detalles, como siempre, como toda la vida juntos, como te criaron, como realmente eres. Tan envidiable. Como decía, intentas que tenga su primavera en febrero, que de entre tanta lluvia no le falte su vaso de agua para determinados mal tragos, secándole hasta la más vigorosa de sus tormentas. Cada vez que os visito sales al quicio de la puerta para preguntarme con tus ojos preocupados, manos temblorosas auto abrazándose que realmente cómo está, esperando de mí que le diga que se va a poner bien. Yo creo que tú darías hasta tu última gota de sangre por la suya, que me la malvenderías por escuchar "Lo vamos a curar". Lo peor es que no puedo consolarte con esto último.
Yo desde mi bata blanca, con su historia cínica en mano lo veo. El personal de limpieza, auxiliares, enfermería...todos lo vemos. Menos tú, claro. Me encuentro junto a los pies de su cama, apuntando si evoluciona o involuciona sobre sus huellas, mientras tú le coges la mano y le miras, él no. Todos los días, él no. Y lo siento, pero de entre tanto signo clínico me quedo con este. Me recuerdas al más tierno de mis orígenes, al abrazo de algún familiar, al consuelo de una madre o la dedicación de cualquier abuelo. Me sobrecoges y en vez de apuntar qué tal su auscultación me apetecería dejar refrendado en cada línea tu entrega. Pareces una fuente inagotable de cariño o una especie de donante de entrañas y lo reconozco, me da rabia. Me da rabia que él no palpite por ti y más aún, que probablemente nunca lo haya hecho. Espero equivocarme, pero probablemente jamás se haya parado a pensar de lo rico que ha sido todos estos años, de lo bien acompañado y cuidado que ha tenido su alma o que simplemente...jamás haya leído tu cara, en braille o en verso, me da igual. Espero volver a equivocarme, pero desde mi disfraz de medicucho, veo a una persona egoísta contigo, una especie de vampiro sentimental, un jerarca, un caudillo yonkie de subordinados, perdón, subordinada. Me gustaría gritarte para que despertaras pero a la vez sencillamente te abrazaría. Te crearía otro mundo, otro escenario donde tu papel fuese de actriz principal o donde fueses una solista reconocida. Te volvería a gritar pero es que también te hablaría al oído susurrándote lo que te admiro.
Ha pasado buena noche, menor sensación de falta de aire, come bien, empieza a levantarse... reajusto tratamiento: simplemente mírala.
Vuelves a salir al quicio de la puerta para hablar conmigo a solas, para que actúe como una especie de anestésico en tu desasosiego y entonces lo entiendo todo. Me da aún más rabia. En este momento te cogería de la mano, te pararía el primer ascensor, al más rápido de los taxis y le pediría que te llevara lejos.
También entiendo que jamás aceptarías, pues pese a todo, seguirías fiel a tu naturaleza...
Permíteme entonces que yo te recete sólo estas letras...
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