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  • Foto del escritorDr.Desastre

El frío quirófano



Ayer comencé la tercera semana de prácticas en cirugía.  Vamos rotando por las diferentes especialidades y en estos 5 cinco días voy a estar en cirugía maxilofacial. Sinceramente, no me gusta en absoluto y en este post voy a intentar daros alguna que otra razón por la que el quirófano, la cirugía y el mono de trabajo verde me espantan.


Recuerdo la primera vez que pisé un quirófano, lo hice como estudiante de 3º de Medicina y la experiencia aquella mañana digamos que tuvo algún que otro percance, seguramente lo recordaréis de aquel post "¿¿¡¡Dónde están las sillas!!??".  Concebía la cirugía como algo grandiosamente grandioso y desde el primer día que pisé la facultad mencionaba a los 4 vientos que de mayor quería ser cirujano.  Iluso.

¿Por qué ahora me gustan tan poco?  Por la frialdad.


Me explico.  Ayer vi tres operaciones, simples (recordemos, maxilofacial) y he tenido la oportunidad de volver a ver cómo traen al paciente al quirófano y lo preparan para la operación.  Imaginaos, os tienen casi una hora esperando en una sala con varias camas a tu alrededor, momento en el cual estoy seguro de que la imaginación viaja a mundos insospechados de terror y cuando quieres aguardar, un tío como un armario de grande (véase, celador) te lleva al día del juicio final.  Ves como por regla general, los pacientes vienen asustados, mirando a cada esquina u objeto del quirófano, dibujado en sus caras el miedo presente.  Pero, ¿Sabéis lo que más me ha llamado la atención? Que a ninguno de los tres pacientes ha habido nadie del poblado quirófano que tranquilizase o dedicase unas palabras de cercanía antes de la anestesia.


Te voy a poner esto, ahora hincha el pecho, un pinchazo, otro pinchazo, esto que te acabo de poner es para que te relajes, te vas a empezar a marear...¿Quién ganó los Goya anoche?, ¿Viste el vídeo que te mandé?... ¿Y un tranquila/o todo va a salir bien?

A eso me refiero, pues parece que el clima helado del quirófano termina congelando a todo el que pasa por allí, como el candente acero que se entierra en fría nieve...no me gusta el frío.


No soy así, no quiero dedicar mi trabajo a ver pasar un determinado número de pacientes dormidos al día por mis manos y que cuando se despierten casi (recalco este casi) de mi trabajo por finalizado.  No quiero  correr el riesgo de que muera alguna parte de mi personalidad por congelación. Me gusta el trato y la cercanía con ellos y gracias a las prácticas de cirugía me he dado cuenta de ello.


El frío quirófano....

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